jueves, 10 de septiembre de 2015

SABIDURIA DE LA INCERTIDUMBRE

De lejos vendrán y de tu casa te sacarán, reza un adagio popular. Sin embargo, más bien parece un axioma que resume la historia de la humanidad. Crónicas sobre Alejandro Magno, Gengis Kanh, Cristóbal Colón, el Comunismo, los créditos hipotecarios, esposas y amantes comparten las mismas moralejas. Aparecieron en un día gris con una lluvia de fechas y espadas, en un día soleado con espejos que emitían rayos de luz, en un día agotador con la promesa de ser dueño de una empresa exitosa, en el primer día de los próximos 30 años para terminar de pagar una casa, en una noche de discoteca que revolotearon mariposas en el vientre, y hoy no se sabe si era un síntoma de diarrea o de enamoramiento.

Que diferente sería la vida si no hubiesen quemado la Biblioteca de Alejandría; si hubiera estudiado una carrera que produjera plata y no una profesión que nadie sabe para que sirve, como insistía mi papá; si hubiera ahorrado y no prestado, como decía mi abuelo; si hubiera tomado sopa en vez de aguardiente, como decía mi mamá; si me hubieran explicado que los penes son tontos y las vaginas pretenciosas, tal vez hubiera tenido la oportunidad de estudiar en Harvard o haber sido reconocido como un Dalai Lama.

Pero como decía mi abuela, el tamaño si importa y de haberlo sabido no hubiera dejado a mi segundo marido, ahora entiendo porque le decían “medio metro”. Hubiera es una palabra que invoca un espejismo que no deja avanzar, por eso es perentorio descifrar las astucias de la sabiduría de la incertidumbre. Ella nos prepara para lo desconocido, no tiene esperanzas porque no espera, no busca respuestas porque encuentra soluciones, su comportamiento es espontáneo porque se adapta rápidamente a las exigencias, es silenciosa porque no se entusiasma con la atención de los demás, es desinteresada porque no pregona el beneficio propio.

La sabiduría de la incertidumbre entiende que la banalidad no es algo superficial, sino una forma de apegarse a la vida desde lo más básico. Para ella el resultado no es importante, sino las pericias que enseñan a descubrir soluciones; busca superar la domesticación, aquellos hábitos de la vida que consumen nuestra vitalidad; evita los monólogos y aprende las estrategias del diálogo auto-reflexivo, entendiendo el contexto de las múltiples maneras de comprender y enfrentarse a la realidad. Ella reconoce que en una acción correcta se expresa la belleza de la personalidad, abonando el camino para toparnos con verdades trascendentales.

La sagacidad que trae consigo la sabiduría de la incertidumbre, consiste en retomar los pensamientos más anquilosados de nuestra cultura, que normalmente invitan al conformismo, para ponerlos en relación con otras formas de pensar y así revelar sus virtudes y debilidades. Recordemos, los conocimientos y las convicciones que guían nuestras vidas no pueden dar respuestas a todas las situaciones vividas, posibles o imaginadas. El aprendizaje en carne propia no es suficiente y mucho menos si no se ha adquirido la destreza del diálogo interno, siempre hace falta la enseñanza de aquellos que sintieron en la piel lo que no percibieron con el cerebro.

La vida es un acontecimiento en el que convergen muchos senderos y sea cual sea el que recorramos, estará lleno de placeres fugaces, convicciones resignadas, incertidumbres angustiantes, oportunidades esperanzadoras, decisiones equivocadas, indecisiones aplazadas, pero sobre todo está llena de una humanidad que necesita de otras personas para compartir la tranquilidad espiritual. Si notas que las personas te buscan para encontrar aclaraciones, explicaciones y justificaciones en sus momentos de incertidumbre, es porque llevas dentro de ti esta sabiduría.


¿CUÁNTOS VECES NECESITASTE  QUE TE ESCUCHARÁN Y
UNA VOZ TE ENSEÑO A DARLE LA VUELA A TU SOSPECHA?

¿HAS PRESTADO OÍDO A MELANCOLÍAS INFUNDADAS Y PREOCUPACIONES SIN CAUSAS?


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