De
lejos vendrán y de tu casa te sacarán, reza un adagio
popular. Sin embargo, más bien parece un axioma que resume la historia de la
humanidad. Crónicas sobre Alejandro Magno, Gengis Kanh, Cristóbal Colón, el
Comunismo, los créditos hipotecarios, esposas y amantes comparten las mismas
moralejas. Aparecieron en un día gris con una lluvia de fechas y espadas, en un
día soleado con espejos que emitían rayos de luz, en un día agotador con la
promesa de ser dueño de una empresa exitosa, en el primer día de los próximos
30 años para terminar de pagar una casa, en una noche de discoteca que
revolotearon mariposas en el vientre, y hoy no se sabe si era un síntoma de
diarrea o de enamoramiento.
Que diferente sería
la vida si no hubiesen quemado la Biblioteca de Alejandría; si hubiera
estudiado una carrera que produjera plata y no una profesión que nadie sabe
para que sirve, como insistía mi papá; si hubiera ahorrado y no prestado, como
decía mi abuelo; si hubiera tomado sopa en vez de aguardiente, como decía mi
mamá; si me hubieran explicado que los penes son tontos y las vaginas
pretenciosas, tal vez hubiera tenido la oportunidad de estudiar en Harvard o
haber sido reconocido como un Dalai Lama.
Pero como decía mi
abuela, el tamaño si importa y de haberlo
sabido no hubiera dejado a mi segundo marido, ahora entiendo porque le decían
“medio metro”. Hubiera es una palabra que invoca un espejismo que no deja
avanzar, por eso es perentorio descifrar las astucias de la sabiduría de la incertidumbre.
Ella nos prepara para lo desconocido, no tiene esperanzas porque no espera, no
busca respuestas porque encuentra soluciones, su comportamiento es espontáneo
porque se adapta rápidamente a las exigencias, es silenciosa porque no se
entusiasma con la atención de los demás, es desinteresada porque no pregona el
beneficio propio.
La sabiduría de la
incertidumbre entiende que la banalidad no es algo superficial, sino una forma
de apegarse a la vida desde lo más básico. Para ella el resultado no es importante,
sino las pericias que enseñan a descubrir soluciones; busca superar la
domesticación, aquellos hábitos de la vida que consumen nuestra vitalidad;
evita los monólogos y aprende las estrategias del diálogo auto-reflexivo,
entendiendo el contexto de las múltiples maneras de comprender y enfrentarse
a la realidad. Ella reconoce que en una acción correcta se expresa la belleza
de la personalidad, abonando el camino para toparnos con verdades
trascendentales.
La sagacidad que
trae consigo la sabiduría de la incertidumbre, consiste en retomar los
pensamientos más anquilosados de nuestra cultura, que normalmente invitan al
conformismo, para ponerlos en relación con otras formas de pensar y así revelar
sus virtudes y debilidades. Recordemos, los conocimientos y las convicciones
que guían nuestras vidas no pueden dar respuestas a todas las situaciones
vividas, posibles o imaginadas. El aprendizaje en carne propia no es suficiente
y mucho menos si no se ha adquirido la destreza del diálogo interno, siempre hace
falta la enseñanza de aquellos que sintieron en la piel lo que no percibieron
con el cerebro.
La vida es un acontecimiento en el que convergen
muchos senderos y sea cual sea el que recorramos, estará lleno de placeres
fugaces, convicciones resignadas, incertidumbres angustiantes, oportunidades
esperanzadoras, decisiones equivocadas, indecisiones aplazadas, pero sobre todo
está llena de una humanidad que necesita de otras personas para compartir la tranquilidad
espiritual. Si notas que las personas te
buscan para encontrar aclaraciones, explicaciones y justificaciones en sus
momentos de incertidumbre, es porque llevas dentro de ti esta sabiduría.
¿CUÁNTOS VECES NECESITASTE QUE TE ESCUCHARÁN Y
UNA VOZ TE ENSEÑO A DARLE LA VUELA A TU SOSPECHA?
¿HAS PRESTADO OÍDO A MELANCOLÍAS INFUNDADAS Y PREOCUPACIONES SIN
CAUSAS?
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