miércoles, 17 de agosto de 2016

EL PRISMA DE LA VIDA


Por la premura de la época actual es difícil descubrir la diferencia entre el color de la luz del lunes y la tonalidad del viernes, o, cuántos matices puede tener la noche del domingo, o, cómo podemos ver la riqueza cromática de la oscuridad. Al mismo tiempo se acepta que el día y la noche son dos polos opuestos que tienen normas a las que hay que respetar, placeres con los que no es conveniente obsesionarse e inseguridades que es necesario enfrentar. Pero el cómo, el para qué, el cuándo y el porqué de todas estas responsabilidades son preocupaciones que divagan en nuestras cabezas y las intentamos conjurar con soluciones a medias y llenas de suposiciones.

Estas ansiedades tienen su origen en las ideas que confeccionan llamativos vestidos para disfrazar la realidad. Por su crudeza se disminuyen nuestros deseos y esperanzas, pero la mente, en su proceso natural, busca atajos, se ilusiona e idealiza todo lo que se escapa de aquella. Pensar es un proceso que ambiciona renovar significados y conocimientos para darle forma a otros placeres. Sin embargo, tendemos a tomar el placer como la realidad misma, como si la vitalidad de vida dependiera de eludir el peso acumulado en ella. Por esta razón, la rutina está atravesada por inseguridades que, aunque sean superadas, se transmutan en prejuicios que no permiten descubrir nuevas perspectivas para enriquecer la vida. Además, si se suma el estrés, la obligación ciudadana y el hedonismo desmedido se aumenta el detrimento de las bondades que ofrecen la curiosidad y el descubrimiento.

Todos estos padecimientos revolotean en la mente del profesor Michael Maffesoli, quien dedicado a desentrañar las encrucijadas de la vida cotidiana, se embarca en discernir sobre las particularidades, disputas y relaciones de las infinitas intenciones que se entrelazan en el mundo social. Su análisis aspirar a comprender todo lo que tiene sentido para la vida pero que no tiene una finalidad en si misma.


La empatía estereoscópica parte de la premisa de hilvanar la experiencia psicológica individual con la vivencia en el ambiente social, es decir, se busca cómo el  comportamiento habitual coincide con las justificaciones que tienen las comunidades para explicar cada situación, de manera que los significados tradicionales, al sentirse vulnerados por cada nuevo conocimiento, evidencian sus limitaciones para ofrecer interpretaciones suficientemente amplias que involucre las intenciones y demandas de los sistemas político, económico, laboral y cotidiano.

Por tanto, las ideas que tenemos sobre la vida son matizaciones, pequeños haces de luz que se difractan para revelar fragmentos de belleza, líneas que guían nuestras percepciones hacía limites angostos. Ver los componentes de la luz requiere de disposiciones mentales, voluntades inconformes y especialmente observaciones pausadas. Si bien la ciencia enseña a descomponer un rayo de luz, su proceso es la metáfora perfecta para entender que todo lo que atañe a la vida está compuesto de infinitos elementos que actúan coordinadamente, y que la sobrevaloración de unos sobre otros depende del prisma con el que mire.

En la luz no existen los colores primarios y secundarios, en ella predomina una armonía de espectros y combinaciones, que en su acción natural se convierte en sustancia esencial para la vida. Del mismo modo, la realidad la separamos en muchas realidades discordantes e incluso antagónicas. Las preferencias por alguna de ellas se cimentan en caprichos disfrazados de bondades. Todas las posibles realidades son equivalentes y sus legitimaciones dependerán de los grados de aceptación y espontaneidad en cada una de ellas. Así, algunas de ellas serán naturales mientras otras más serán inventadas.

La vida lucha por vivir más. Su fuerza de batalla se nutre con cada nuevo aprendizaje. Aprender es adaptarse a la contingencia. Cuando el hábito retoza plácidamente en el equilibrio, la innovación salta inquieta, pero al alcanzar la armonía, improvisa caminos en búsqueda de novedad. Si la contingencia es la materialización de lo impensado, la improvisación es la primera línea de defensa de la vida. Toda realidad  catalogada no es más que un punto de vista intenso y serio porque está en juego la baraja de los sentimientos. La realidad sólo importa cuando tiene dolientes.

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sábado, 9 de julio de 2016

EL PODER DE LO IN-VISIBLE



Llevo la cadena que forjé para mi vida. La fabriqué con irremediable esperanza y me aferré a ella con voluntad ciega. Ahora, me esfuerzo por descubrir su sapiencia, pero el peso de los eslabones no permite que se me revele. Aún sigo en la sombra y no encuentro la manera de conocer los colores ocultos de la luz.

El diálogo interno es un monólogo que escudriña muchos puntos de vista, pero todos están sujetos a los mismos prejuicios. La interacción con otros no es una opción, es una necesidad, porque la comunicación es el sostén intransferible del equilibrio de la humanidad. Compartimos espacios sin acuerdos, cooperamos por verdades ausentes, combatimos por mentiras confusas, imponemos nuestras causas y escapamos despavoridos por las consecuencias. En este juego de coexistencias, algunas veces somos sujetos pensantes y otras tanta nos convierten en objetos de deseo y rechazo. Humanidad intercambiable que nos llena de confusión. Actividad cognitiva que se divierte con nosotros sin que nos demos cuenta.

Siempre perseguimos la ausencia, por la esperanza férrea de un nuevo encuentro. Cada huida nos obliga a construir otro camino, a transitar un recorrido inesperado. Sartre lo sabía muy bien, en las transcripciones de nuestra vida se almacenan las decisiones inevitables y las indecisiones aplazadas. Son las adaptaciones de las emociones y de los pensamientos las que articulan las lecturas del pasado con las perspectivas hacia el futuro. El recuerdo y la esperanza sólo existen en el pensamiento, en el presente. Hay que limpiar la consciencia de toda acumulación multi-temporal para que el presente cumpla su función vital: ser el terreno de todas las posibilidades.

La historia de nuestra vida es la transcripción azarosa de los pensamientos, acciones, intenciones, sentimientos, intereses e interacciones con el mundo circundante. Somos su dueño y es nuestro derecho recurrir a ella cuantas veces necesitemos. No obstante, cada vez que la leemos, la reconstruimos y la interpretamos, buscamos demostrar lo que nos conviene. Sus resultados son verdades gestionadas por hologramas convincentes, creados por el motor de la autocomplaciencia. Conductas de esta índole no son meras autoflagelaciones, en realidad son la exigencia natural de la humanidad: Indagar en las transcripciones de la vida para multiplicar las probabilidades y las potencialidades de la satisfacción propia.

Los hábitos personales diseñan los moldes para fabricar los eslabones preferidos, algunos son rústicos, brillantes, coloridos, lujosos y sofisticados, otros más son frágiles, delicados y ocultos, pero todos ellos se constituyen en un régimen de decisiones, en un sistema de creencias, un esquema de prejuicios, una alacena de significados que generan filtros para el disfrute y desagrado de todas las vivencias. Por ello, cada acontecimiento no es importante en sí mismo, es transcendente por el cúmulo de sentimientos y pensamientos que estuvieron involucrados. Estos imprimen una huella que será transformada cada vez que se haga una lectura de ella.

El eslabón más problemático se desprende de la verdad holográfica que supone que la vivencia de un acontecimiento es razón suficiente para dictaminar su exactitud. Pero personas involucradas en el mismo suceso grabarán muchas variaciones de su huella. Esto se debe a que cada cerebro aprende a almacenar y a organizar la información en formas infinitamente diferentes, lo que hace que elementos sutiles, imperceptibles para algunos y evidentes para otros, sean canjeados por versiones distantes e incluso antagónicas. He aquí el origen y ramificación de los puntos de vista, esquema que determina las relaciones entre jefes y subalternos, entre mujeres y hombres o entre padres e hijos.

Mi cadena es la verdad que me guía, es su peso al que me someto porque no he aprendido otra manera de reconocer mi cuerpo. El dolor no fustiga, es la incertidumbre de perder su sensación nuestra mayor amenaza. Pero la frustración mayor aparece cuando los demás no reconocen la pureza de mis significados, lo inevitable de mi visión del mundo. El tormento de mi cuerpo se forja al descubrir que el universo holográfico por el que tanto luché, en últimas, no sirvió para escaparme de sus consecuencias. Después de todo, la luz emitida por mi verdad holográfica siempre me ocultó los infinitos matices y colores que se resguardaban en su artificiosa iluminación.

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martes, 7 de junio de 2016

AMBIENTES SOLIDARIOS


De los pocos momentos de lucidez que mi abuela tuvo a lo largo de su padecimiento con Alzhaimer, musito una frase que se convirtió en la semilla que motiva las justificaciones, interpretaciones, explicaciones y actuaciones de mi vida: Nunca encontraras lo extraordinario si no te esmeras por conocer lo ordinario.

Tener sueños y aspiraciones es común para cualquier persona, sin embargo los significados de estas palabras crean más confusiones que proyectos de vida. Aspiramos oxigeno constantemente de manera automática, la mayoría de nosotros sin esfuerzo, por ello no dimensionamos la importancia de la respiración. También creemos que las acciones voluntarias son las únicas que afectan el recorrido de la vida. Algo parecido ocurre con los sueños, siempre son recordados como imágenes aleatorias que se interpretar libremente, pero que poco o nada definen nuestras formas de vivir.

Cuando algunos pocos lograr sus metas se dice que fue gracias a la buena suerte, restando toda importancia a los esfuerzos, disciplinas, privaciones, desilusiones, terquedades, aprendizajes, angustias y soledades por las que tuvieron que transitar. La buena suerte sonríe a aquellos que superaron todas estas situaciones. Esta diosa, de las cumbres de lo extraordinario, no es otra cosa que la unión entre la vigilancia atenta de los problemas y la capacidad de identificar las oportunidades. Es la comunión entre la actitud de auto-preparación con la oportunidad, sumada a una superación atenta de los obstáculos. La buena suerte es la oportunidad que está contenida en cada tropiezo de la vida.

Siempre hay algo extraordinario acechando a la sobra de lo rutinario. En las conversaciones de la vida diaria compartimos inquietudes y desafíos que derivan en relatos que dan claridad a los laberintos de los pensamientos personales. Sin embargo, desenmarañar la madeja de las propias creencias depende de la disposición para hacerlo. Para esto, es conveniente acercarnos a entornos que admitan charlas sin restricciones, porque ensanchan las expectativas de nuestras circunstancias y nos ayudan a tomar consciencia sobre las oportunidades ocultas.

Existen entornos que inventan obstáculos (burocráticos), existen otros que aportan las herramientas para superarlos (empresariales), pero hay otros tantos en los que se cultiva el pensamiento crítico, donde la recursividad es un medio de acción y las soluciones aparecen, incluso, en las circunstancias más adversas.

Ahora están floreciendo ambientes, círculos solidarios en los que se pueden aprender nuevas formas de entender los infinitos escenarios de la realidad, a desarrollar un pensamiento crítico y contextual que obliga a no quedarse con una sola forma de explicar, sino a cambiar los puntos de vista para construir soluciones. En estos entornos se admira más la capacidad de desarrollar nuevas ideas, que los títulos universitarios o los ingresos abultados. Aquí la normatividad burocrática y empresarial no es material necesario para enfrentar la vida.

Para un desarrollo orgánico y fluido de los ambientes solidarios es necesario desarrollar tres aspectos fundamentales: 1. Crear una red de tutores, es decir, estar en contacto con personas especializadas en los temas de interés, para identificar fortalezas y debilidades y así, usar la energía y el entusiasmo de manera adecuada; 2. Consolidar una red de colaboradores que compartan y comprendan los objetivos deseados, ya que esto facilita el compromiso y dedicación necesarios y; 3. Implementar un plan de financiamiento que no se limite exclusivamente al endeudamiento.

En los ambientes solidarios abundan las personalidades que definen claramente los filtros éticos que regulan sus acciones. 1. Hacen tamizaje de lo correcto e incorrecto en cada una de las circunstancias, porque la búsqueda de soluciones depende de entender las virtudes y desventajas de los diversos escenarios de la vida. 2. Están en permanente estado colaborativo, pues diferentes especialidades y experiencias ayudan a aclarar inquietudes en campos muy diversos. 3. Aceptan con facilidad lo diferente y lo extravagante, ya que comportamientos fueran de lo ordinario traen consigo puntos de vistas novedosos e inquietantes, los cuales son esenciales en la búsqueda de soluciones.

Debemos desarrollar una cultura intrépida, donde el fracaso sea algo ordinario, sin trascendencia, y la superación de todo obstáculo sea lo extraordinario. Que la fuerza de la costumbre no disminuya la importancia de tus metas y que tú disciplina fortalezca tu capacidad de soñar.

¿HAS TENIDO LA OPORTUNIDAD DE CONVIVIR EN ESTOS AMBIENTES?

¿CÓMO PIENSAS QUE PODEMOS CONSTRUIR AMBIENTES CON ESTAS CARACTERÍSTICAS?

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