viernes, 21 de diciembre de 2018

PERDÓN



Periodistas revoloteando con cámaras y micrófonos, una veintena de hombres armando una carpa majestuosa, cuyo costo de alquiler alcanza para construir más de un centenar de viviendas de interés social. El director del sacro evento, un cincuentón que porta con elegancia un vestido verde olivo con botones dorados brillantes y justo en su corazón exhibe una bisutería perfectamente organizada que define su rango. Sin importarle el calor intenso y el sudor oscureciendo su traje, observa con mirada acuciosa el desarrollo de los preparativos.

Los invitados especiales sobresalen en la multitud porque visten de blanco, hombres y mujeres que parecen ángeles que vienen a reforzar la atmosfera celestial. Una Orquesta de Cámara interpreta el Himno Nacional con la solemnidad de un acontecimiento patriótico. Cinco discursos de monótonas explicaciones, justificaciones y promesas llenan el ambiente de desilusiones.

Sube un representante de la comunidad que perdió a 32 de sus miembros, en una madrugada de luna resplandeciente, a disparos de fusil. Frente al auditorio y obnubilado por el despliegue logístico del evento, baja la mirada con la resignación del descubrimiento de una traición, dobla en cuatro partes el papel que tiene en sus manos y lo guarda en el bolsillo derecho de su pantalón.

—Hemos llegado en nuestras canoas. Muchos días de hambre nos agobian porque no hemos podido regresar a pescar. Estamos sentados detrás de todos los que están vestidos de blanco. No alcanzo a reconocer la gente de mi pueblo. Nunca imaginamos que nuestros 32 familiares, esposas, madres, hijos y abuelos masacrados fueran a ser recordados en una fiesta. Han pasado 4166 días de nuestro doloroso recuerdo y sólo hemos visto algunas personas con chalecos de distintos colores que cada tres meses llegan a hacer encuestas, nos dicen que son informaciones necesarias para diseñar planes de ayuda social, pero los dirigentes de estas instituciones no han descubierto cómo reducir el hambre del pueblo, como si la comida no estuviese inventada. Nosotros solo necesitamos que nos dejen pescar tranquilos. Estamos convencidos que el pescado, la yuca y el arroz que no hemos comido en los 4166 días lejos del agua cuesta una pequeña parte de todo lo que se gastaron en esta fiesta para periódicos y noticieros.

Lo más triste de todo es que en sus voces no se siente ni se escucha el significado del perdón.

¿SABES QUE SE NECESITA PARA PERDONAR?
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