miércoles, 9 de enero de 2019

RUEDA DE PRENSA



—Buenos días, ¿puede contarnos sobre su experiencia en cautiverio?

—Gracias por su interés en lo que pasó. No sé si prefiere que hable sobre el deterioro del alma o que me refiera al sentimiento que supera la esperanza y que es un acompañante permanente o que explique por qué surge el síndrome de Estocolmo o que describa la precariedad del lugar que ocupé o que recuerde las personas que me maltrataban y cuidaban, cuya única convicción era seguir órdenes.

Si le parece bien prefiero hablar de lo que sucede después del cautiverio. Cuando regresé al seno de mi familia entendí la expresión “mundos paralelos” porque los obligados a vivir en ambos mundos nos enfrentamos a la limitación de los significados de las palabras y a no poder usarlas con el tono y el contexto adecuado. Otra cosa son los sentimientos de las personas que nos quieren, por alguna razón su sufrimiento es mayor que el nuestro, incluso terminamos por ser culpables de ello.

Pienso en las veces que he escuchado “ya no eres el mismo” ¿es un juicio, es resignación, es una afirmación que, a falta de comprender de lo que pasa, es preferible al silencio? ¿por qué el silencio es más ofensivo que las frases cliché que aparentemente trasmiten los sentimientos del momento? No encuentro razones para aceptar que nuestros sentimientos son más importantes que los de los demás, tampoco que me hagan responsable por ellos y mucho menos que me pidan explicar aquello que no entiendo.

Olvidamos, tal vez, lo más importante para comprender y explicar el cautiverio: el tiempo. La compresión sólo surge con el paso del tiempo. Para comprender es necesario olvidar y recordar. Solamente sabemos lo que hemos olvidado cuando lo recordamos. Ahora, no es sólo recordar el dolor sentido en el cautiverio, sino recordar también los pensamientos que ayudan a cualquier secuestrado a mantener la cordura. Pensamientos que en ese momento son recuerdos de las cosas bellas que se viven en el pasado y que reconfortan en la oscuridad del limbo que se siente al estar secuestrado.

Espero no haberme desviado de la pregunta inicial y confío que mi testimonio esté a la altura de la importancia que ustedes generosamente han dado a este encuentro. ¡Muchas gracias!

—No más preguntas.

¿SABES QUE SENTIMIENTO SUPERA LA ESPERANZA Y AYUDA A SOPORTAR EL CAUTIVERIO?
¡TU OPINIÓN ES IMPORTANTE!

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